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miércoles, 11 de agosto de 2010

Cómo saber si La Biblia es la Palabra de Dios - Parte 2

La Cristiandad… ¿Amiga o Enemiga de la Biblia?

Históricamente, la cristiandad ha alegado que cree en la Biblia y es su guardiana. Pero las organizaciones religiosas de la cristiandad han estado implicadas en algunos de los sucesos más espantosos de la historia, desde las Cruzadas y los pogromos de la Edad Media hasta el exterminio de millones de personas por los nazis en nuestros tiempos. Pero ¿es buena razón para rechazar la Biblia la conducta de la cristiandad? En realidad la cristiandad ha sido una falsa amiga de la Biblia. La lucha de la Biblia por sobrevivir no concluyó al surgir la cristiandad en el siglo IV E.C.

Para el fin del primer siglo se habían escrito todos los libros de la Biblia. Desde entonces los cristianos llevaron la delantera en copiar y distribuir la Biblia ya completa. Al mismo tiempo, empezaron a traducirla en los idiomas más comunes de su día. Sin embargo, mientras la congregación cristiana efectuaba esta admirable obra, se iba formando algo que sería una verdadera amenaza para la supervivencia de la Biblia.

El apóstol Pedro advirtió claramente sobre “falsos cristianos” y el efecto que tendrían en lo que la gente pensaría del cristianismo y la Biblia esos “cristianos” asemejados a mala hierba. Dijo: “También habrá falsos maestros entre ustedes. Estos mismísimos introducirán calladamente sectas destructivas y repudiarán hasta al dueño que los compró, trayendo sobre sí mismos destrucción acelerada. Además, muchos seguirán los actos de conducta relajada de ellos y por causa de estos se hablará injuriosamente del camino de la verdad”. (2 Pedro 2:1, 2.)

Estas palabras empezaron a cumplirse aun en el primer siglo. Hombres ambiciosos se introdujeron en la congregación cristiana y sembraron discordia. (2 Timoteo 2:16-18; 2 Pedro 2:21, 22; 3 Juan 9, 10.) Durante los dos siglos siguientes la pureza de la verdad bíblica fue corrompida por la filosofía griega, y muchos cometieron el error de aceptar doctrinas paganas como verdad bíblica.

En el siglo cuarto, Constantino el emperador romano hizo del “cristianismo” la religión oficial del Imperio Romano. Pero el “cristianismo” que él conocía distaba mucho de ser la religión que Jesús había predicado. No obstante, podemos estar seguros de que durante todo aquel tiempo había personas que representaban el cristianismo verdadero y se esforzaban por seguir la Biblia como la Palabra inspirada de Dios. (Mateo 28:19, 20.)

Oposición a la traducción de la Biblia

Fue en los días de Constantino cuando empezó a formarse la cristiandad como la conocemos hoy. Desde entonces la forma degenerada de cristianismo que se había arraigado dejó de ser sencillamente una organización religiosa. Formó parte del Estado, y los líderes religiosos desempeñaron un papel importante en la política. Con el tiempo la iglesia usó su poder político en completa oposición al cristianismo bíblico, y el resultado fue otra peligrosa amenaza para la Biblia. ¿Cómo?

Cuando el latín cesó de ser la lengua de uso cotidiano, se necesitaron nuevas traducciones de la Biblia. Pero la Iglesia Católica ya no favorecía esto. En 1079, Vratislav, quien más tarde llegó a ser rey de Bohemia, pidió permiso al papa Gregorio VII para traducir la Biblia al idioma de sus súbditos. El papa le negó el permiso. Declaró: “Para los que suelen reflexionar sobre ello queda claro que no ha sido sin razón que al Dios Todopoderoso le ha agradado que en ciertos lugares la Santa Escritura sea un secreto, no sea que, por ser obvia a todos los hombres, quizás la estimen poco y le falten al respeto; o pudiera ser que los de conocimiento mediocre la entendieran mal, lo cual llevaría al error” (The Lollard Bible and Other Medieval Biblical Versions, por Margaret Deanesly, 1920, p. 24).

El papa quería que la Biblia permaneciera en latín, entonces una lengua muerta. Su contenido permanecería “secreto” y la Biblia no se traduciría en los idiomas de la gente común. La Vulgata latina de Jerónimo, que se había preparado en el siglo V con el propósito de que todos tuvieran acceso a la Biblia, ahora se convirtió en un medio de mantenerla oculta.

Al adelantar la Edad Media la Iglesia se hizo cada vez más resuelta en su postura contra las Biblias en el lenguaje de la gente. En 1199 el papa Inocencio III escribió una carta tan severa al arzobispo de Metz, Alemania, que este quemó todas las Biblias que halló en alemán (The Lollard Bible, pp. 30-33). En 1229 el sínodo de Tolosa, Francia, decretó que “los legos” no podían poseer libros de la Biblia en la lengua común (The Lollard Bible, p. 36). En 1233 un sínodo provincial de Tarragona, España, ordenó que se entregaran todos los libros del “Antiguo o el Nuevo Testamento” para ser quemados (The Lollard Bible, p. 48). En 1407 el sínodo clerical convocado en Oxford, Inglaterra, por el arzobispo Thomas Arundel prohibió expresamente que la Biblia se tradujera al inglés o a cualquier otra lengua moderna (The Lollard Bible, pp. 295, 296). En 1431, también en Inglaterra, el obispo Stafford, de Wells, vedó la traducción de la Biblia al inglés, o poseerla en ese idioma (The Lollard Bible, p. 328).

Aquellas autoridades religiosas no trataban de destruir la Biblia. Querían fosilizarla, mantenerla en un idioma que solo unas cuantas personas pudieran leer. Así esperaban evitar lo que llamaban herejía, pero que en realidad equivalía a un desafío a su autoridad. Si hubieran tenido éxito, la Biblia se habría convertido sencillamente en un objeto de curiosidad intelectual que tuviera poca influencia, o ninguna, en la vida de la gente común.

Los defensores de la Biblia

Muchas personas sinceras rehusaron obedecer aquellos edictos. Pero era peligroso negarse a obedecerlos. Algunos sufrieron muchísimo por el “delito” de poseer una Biblia. Considere, por ejemplo, el caso de un español llamado Julián Hernández. Según History of Christian Martyrdom, de Foxe, Julián (o Juliano) “se dispuso a transportar de Alemania a su propio país una gran cantidad de Biblias, escondidas en toneles y marcadas como vino del Rin”. Alguien lo delató, y la Inquisición católica romana lo arrestó. En cuanto a los que habían de recibir las Biblias, “a todos los torturaron indiscriminadamente, y luego se sentenció a varios castigos a la mayoría. A Juliano lo quemaron, a veinte de ellos los asaron, a varios los condenaron a cadena perpetua, a otros los azotaron públicamente y a muchos los condenaron a galeras” (The History of Christian Martyrdom, por John Foxe, 1873, p. 130; Casiodoro de Reina, Spanish Reformer of the Sixteenth Century, por A. Gordon Kinder, p. 16).

Es obvio que aquellas autoridades religiosas no representaban el cristianismo bíblico. La Biblia misma reveló a quién pertenecían cuando dijo: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)

Pero es notable que hombres y mujeres se arriesgaran a recibir trato tan cruel sólo para poseer una Biblia Y ejemplos como esos se han multiplicado muchísimas veces desde entonces hasta nuestros días. La profunda devoción que la Biblia ha inspirado en ciertas personas, de modo que estuvieran dispuestas a sufrir pacientemente y someterse sin quejas a una muerte terrible sin levantarse contra sus torturadores, es una de las pruebas contundentes de que la Biblia es la Palabra de Dios. (1 Pedro 2:21).

Con el tiempo, después de la rebelión protestante contra el poder católico romano en el siglo XVI, la misma Iglesia Católica Romana se vio obligada a producir traducciones de la Biblia en las lenguas comunes de Europa. Pero aun entonces la Biblia se asoció más con el protestantismo que con el catolicismo. Como escribió el sacerdote católico romano Edward J. Ciuba: “Hay que reconocer honradamente que una de las consecuencias más trágicas de la Reforma protestante fue que los fieles católicos descuidaron la Biblia. Aunque nunca fue olvidada por completo, para la mayoría de ellos la Biblia era un libro cerrado”( Who Do You Say That I Am? por Edward J. Ciuba, 1974, p. viii).

La alta crítica

Pero las iglesias protestantes no están sin culpa en lo que respecta a oponerse a la Biblia. Con el transcurso de los años ciertos eruditos protestantes lanzaron otra clase de ataque contra la Biblia: un ataque intelectual. Durante los siglos XVIII y XIX desarrollaron un método de estudiar la Biblia conocido como la alta crítica. Sus exponentes enseñaban que gran parte de la Biblia se componía de leyenda y mito. Algunos hasta dijeron que Jesús nunca había existido. En vez de decir que la Biblia era la Palabra de Dios, aquellos eruditos protestantes decían que era la palabra del hombre, y, además, una palabra muy confusa.

Aunque ya no se creen las más extremas de aquellas ideas, en algunos seminarios todavía se enseña la alta crítica, y no es raro oír a clérigos protestantes negar en público la veracidad de grandes porciones de la Biblia. Así, en un periódico australiano se citaron las palabras de un clérigo anglicano que dijo que gran parte del contenido de la Biblia “sencillamente es incorrecto. Parte de la historia es incorrecta. Es obvio que algunos de los detalles han sido falsificados”. Esa manera de pensar es el resultado de la alta crítica.

Sin embargo, el mayor obstáculo a la aceptación de la Biblia como la Palabra de Dios puede haber sido la conducta de la cristiandad. Ese sistema afirma que sigue la Biblia. Sin embargo, su conducta ha causado gran oprobio tanto a la Biblia como al mismísimo nombre de cristiano. Como predijo el apóstol Pedro, ‘se ha hablado injuriosamente’ del camino de la verdad. (2 Pedro 2:2.)

Por ejemplo, mientras la iglesia proscribía la traducción de la Biblia, el papa apoyaba enormes proyectos militares contra los musulmanes del Oriente Medio. A estas empresas bélicas se las llamó “santas” Cruzadas, pero no tenían nada de santas. La primera —llamada “la Cruzada del pueblo”— fue una muestra de lo que después vendría. Antes de partir de Europa, un ejército ingobernable, agitado por predicadores fanáticos, se volvió contra los judíos de Alemania y fue exterminándolos en un pueblo tras otro. ¿Por qué? El historiador Hans Eberhard Mayer dice: “El argumento de que los judíos merecían castigo por ser enemigos de Cristo fue solo una débil excusa para ocultar el verdadero motivo: la codicia” (The Crusades, traducción de John Gillingham, 1978, p. 44).

En muchos países europeos la rebelión protestante del siglo XVI desalojó del poder al catolicismo romano. Un resultado de esto fue la Guerra de los Treinta Años (1618-1648)... “una de las guerras más terribles de la historia europea”, según The Universal History of the World. ¿Cuál fue la causa básica de esta guerra? “El odio del católico al protestante y del protestante al católico” (The Universal History of the World, por Edith Firoozi e Ira N. Klein, 1966, tomo IX, p. 732).

Para ese tiempo la cristiandad había empezado a extenderse a más allá de Europa y a llevar la civilización “cristiana” a otras partes de la Tierra. Aquella expansión militar se caracterizó por la crueldad y la codicia. En las Américas, en poco tiempo los conquistadores españoles destruyeron las civilizaciones indígenas de aquellas tierras. Un libro de historia dice: “Por lo general los gobernadores españoles destruyeron la civilización nativa sin introducir la europea. El afán de conseguir oro fue lo que principalmente los llevó al Nuevo Mundo” (A Brief History of Ancient, Mediæval, and Modern Peoples, por Joel Dorman Steele y Esther Baker Steele, 1883, pp. 428, 429).

21 De Europa también salieron hacia otros continentes misioneros protestantes. Uno de los resultados de su obra fue la promoción del colonialismo. Un punto de vista común hoy sobre el esfuerzo misional protestante es este: “En muchos casos la empresa misional se ha usado como justificación y pretexto para dominar a la gente. Es bien conocida la relación entre las misiones, la tecnología y el imperialismo” (The Church and Its Mission: A Shattering Critique From the Third World, por Orlando E. Costas, 1974, p. 245).

La estrecha asociación entre las religiones de la cristiandad y el Estado ha continuado hasta nuestro día. Las dos guerras mundiales se pelearon principalmente entre naciones “cristianas”. Clérigos de ambos lados del conflicto instaron a sus jóvenes a pelear y tratar de matar al enemigo... que con frecuencia era de la misma religión. Como se señaló en el libro If the Churches Want World Peace (Si las iglesias desean paz mundial): “Ciertamente no honra a [las iglesias] el que el sistema bélico de hoy se haya desarrollado y haya causado los mayores estragos entre estados que sostienen la causa del cristianismo” (If the Churches Want World Peace, por Norman Hill y Doniver A. Lund, 1958, p. 5).

Relatamos esta larga y lamentable historia de la cristiandad para que resalten dos puntos. Primero: esos sucesos cumplen profecías bíblicas. Se predijo que muchos supuestos cristianos causarían oprobio a la Biblia y al nombre del cristianismo, y el que eso haya sucedido muestra que la Biblia es verídica. Con todo, no debemos olvidar que la conducta de la cristiandad no representa el cristianismo bíblico.

Jesús mismo explicó cómo reconocer a los verdaderos cristianos: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:35.) Dijo además: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 17:16.) Está claro que en estos dos aspectos la cristiandad no representa el cristianismo bíblico. Alega que es amiga de la Biblia, pero ha sido una amiga falsa.

El segundo punto es este: puesto que es obvio que la cristiandad en conjunto ha obrado tan en contra de los intereses de la Biblia, ciertamente es notable que ese libro haya sobrevivido hasta hoy y que todavía ejerza buena influencia en la vida de muchas personas. La Biblia ha sobrevivido a enconados intentos por impedir su traducción, a ataques de eruditos modernistas y al comportamiento anticristiano de su falsa amiga, la cristiandad. ¿Por qué? Porque no hay ninguna otra obra escrita como la Biblia. La Biblia no puede morir.

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