BIENVENIDOS

Todos deseamos una vida de éxito. Para alcanzarla en este mundo tan complejo, es esencial que recibamos buenos consejos y que estemos dispuestos a obrar en armonía con ellos.

Muchos de los consejos que ofrecen los numerosos libros de autoayuda que circulan hoy día se centran en quienes ya están pasando por una crisis.

La Biblia, en cambio, no se limita a orientar a las personas que atraviesan momentos de angustia. Sus recomendaciones ayudan a evitar los errores que pudieran complicar innecesariamente la vida.

CONSEJOS BIBLICOS PARA TODOS

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lunes, 16 de agosto de 2010

¿TENDRÉ ALGÚN TRASTORNO ALIMENTARIO?

“A veces, cuando me siento a comer, me pongo nerviosa y empiezo a temblar. Me da miedo engordar. ‘Tengo que perder otros dos kilos’, me digo a mí misma.” Mercedes.

“Quiero ser atractiva, y me aterra engordar. Pero trato de que nadie se entere de que después de comer vomito; me da vergüenza.”—Ana.

“Siempre me repito: ‘[...] Hoy me portaré mejor [...]’. Pero llega un momento del día en que, sin poder evitarlo, me doy un atracón. Entonces me siento culpable y quisiera morirme.”—Sonia.

QUIERES verte bien, y es normal. Quieres hacer algo que te calme la ansiedad o que te anime cuando te sientes deprimida, y eso tampoco tiene nada de malo. Pero si te identificas con las jóvenes citadas aquí, quizás tengas un problema, quizás estés sufriendo algún trastorno alimentario. Este tipo de trastornos afecta a millones de jóvenes, sobre todo chicas.

Examinemos tres de esos trastornos: la anorexia, la bulimia y los atracones de comida. Cada trastorno tiene sus propios síntomas, pero en todos los casos se observa algo en común: una actitud anormal hacia la comida. Si te ves reflejada en alguna de las descripciones que aparecen a continuación, no temas, dispones de ayuda. ¡Puedes superarlo!

Información general

ANOREXIA. Por delgada que esté una joven anoréxica, cuando se mira al espejo se ve obesa. En su afán por perder peso recurre a medidas extremas. Una chica confiesa: “Llegué a estar obsesionada con las calorías. Planeaba con detenimiento lo que iba a comer durante la semana y, cuando pensaba que había ingerido demasiadas calorías, me saltaba comidas y me excedía haciendo ejercicio. Tomaba hasta seis laxantes diarios”.

Los síntomas no tardan en aparecer. El más común es la pérdida de peso, pero también puede producirse caída del cabello, sequedad de la piel, fatiga y pérdida de densidad ósea. La menstruación se hace irregular o hasta cesa por varios meses consecutivos.

Aunque estos síntomas pudieran parecer inofensivos, no nos engañemos: la anorexia es potencialmente mortal. Un trabajo de investigación descubrió que, con el tiempo, hasta el 10% de los enfermos mueren a causa del trastorno, por lo general como resultado de la insuficiencia —mal funcionamiento— de algún órgano u otros problemas relacionados con la malnutrición.

BULIMIA. La joven bulímica, en lugar de no comer, se atraca de comida, llegando a ingerir hasta 15.000 calorías en tan solo dos horas. Luego recurre a la purga: se provoca el vómito o usa laxantes o diuréticos.

Los bulímicos suelen darse los atracones a escondidas. Una muchacha reconoce: “Muchas veces, si al llegar de la escuela no había nadie en casa, me daba un atracón [...]. Siempre me aseguraba de no dejar nada a la vista que me delatara”. Después le venía el sentimiento de culpa: “Me sentía despreciable, pero sabía que podía compensar fácilmente lo que había hecho. Iba al baño, vomitaba y, además de tranquila, me sentía otra vez dueña de mí misma”.

Pese a cualquier aparente beneficio, la conducta purgativa es peligrosa. El abuso de laxantes debilita el revestimiento interior del intestino y puede ocasionar inflamación o infección. Los vómitos frecuentes pueden provocar deshidratación, caries dental, daños en el esófago y hasta insuficiencia cardíaca.

ATRACONES DE COMIDA. La persona que se da atracones se asemeja a la bulímica en su consumo exagerado de alimento, pero a diferencia de esta, no se purga, con lo que suele tener sobrepeso. No obstante, hay quien después del atracón ayuna o hace ejercicio intenso. A veces, cuando la persona logra mantener el peso con estas medidas, los familiares y amigos no se dan cuenta de que padece un trastorno alimentario.

Al igual que en el caso de los anoréxicos y los bulímicos, estos enfermos tienen una actitud malsana hacia la comida. Una chica dice de sí misma y de otras comedoras compulsivas: “La comida es nuestra amiga íntima, secreta..., tal vez nuestra única amiga”. Otra explica: “Durante el atracón, parece que todo lo demás no importa. Lo que cuenta es la comida: te hace sentir bien. Pero después te sientes culpable y deprimida”.

Aunque no se recurra al vómito ni a los laxantes, los atracones siguen siendo peligrosos. Pueden provocar diabetes, hipertensión y enfermedades del corazón y de otro tipo. También pueden producir graves daños emocionales.

¿Podría sucederte a ti?

Hay que reconocer que la mayoría de las personas que quieren perder peso o estar en forma no padecen un trastorno alimentario. No obstante, en vista de lo que estás leyendo, tal vez te preguntes si vas por ese camino. Para averiguarlo, hazte el siguiente autoexamen:

▪ ¿Me siento avergonzada o abochornada de mis hábitos o mis rarezas con la comida?

▪ ¿Oculto mis hábitos alimentarios?

▪ ¿Se ha convertido la comida en lo más importante de mi vida?

▪ ¿Me peso más de una vez al día?

▪ ¿Estoy dispuesta a correr riesgos con tal de perder peso?

▪ ¿He recurrido alguna vez a provocarme el vómito o al uso de laxantes o diuréticos?

▪ ¿Se ha visto afectada mi vida social por culpa de mis hábitos alimentarios? Por ejemplo, ¿prefiero estar sola para poder atracarme o purgarme en secreto?

Si después de este autoexamen te das cuenta de que tienes un problema, pregúntate:

▪ ¿Soy realmente feliz viviendo de esta manera?

¿Hay algo que puedas hacer al respecto?

¡Actúa ya!

El primer paso es reconocer que tienes un problema. Débora comenta: “Cuando lo analicé, me di cuenta de que mis sentimientos y mis hábitos eran iguales a los de las chicas anoréxicas. Fue terrible enfrentarme al hecho de que hacía las mismas cosas que ellas”.

Luego, ora a Jehová Dios sobre tu problema. Ruégale que te ayude a ver la causa del trastorno para que puedas superarlo. Órale como hizo David: “Escudríñame completamente, oh Dios, y conoce mi corazón. Examíname, y conoce mis pensamientos inquietantes, y ve si hay en mí algún camino doloroso, y guíame en el camino de tiempo indefinido” (Salmo 139:23, 24).

Ahora bien, tal vez no quieras recuperarte. Puede que hayas desarrollado cierta dependencia, una especie de adicción. Este es otro asunto sobre el cual orar a Jehová. Débora tuvo que hacerlo. “Al principio no quería recuperarme —admite—. Así que tuve que pedir a Jehová que me ayudara a cultivar el deseo de mejorar.”

El tercer paso es hablar con tus padres o si eres adulto con algún amigo de confianza que pueda ayudarte. Las personas que te quieren no te avergonzarán. Al contrario, tratarán de imitar a Jehová, de quien la Biblia dice: “Él ni ha despreciado ni mirado con asco la aflicción del afligido; y no ha ocultado de él su rostro, y cuando este clamó a él por ayuda, oyó” (Salmo 22:24).

Claro está, la recuperación no es fácil. En algunos casos hace falta ayuda profesional. Pero hay que actuar. Una muchacha bulímica que decidió hacerlo explica: “Un día me di cuenta de que los vómitos me estaban controlando. Pero no estaba segura de poder dejar de provocármelos. Finalmente di el paso más difícil que jamás había tenido que dar: pedí ayuda”.

¡Tú también puedes hacerlo!

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